viernes, 7 de mayo de 2010

¿Best sellers vs. literatura de calidad?

Para unos, apetecible material de lectura. Para otros, opio intelectual.

Ensalzados por el público, denostados por la crítica, los best sellers son una construcción ambivalente. ¿Elitismo literario y prejuicio contra lo popular? ¿Adicción al entretenimiento fácil, conversión de lo cultural en pura mercancía? ¿Qué valor literario tiene un best seller?

La categoría de mejor vendido

La expresión "best seller" comenzó a usarse en las primeras décadas del siglo XX para referirse a aquellos títulos que conseguían un altísimo número de ventas en poco tiempo y que, por entonces, comenzaron a aparecer listados en las páginas de los periódicos culturales como orientación a los lectores de qué libros eran los que estaban siendo más buscados y leídos.

Prejuicios

Es que, efectivamente, para algunos lectores, el solo hecho de que un libro sea muy vendido constituye una garantía. Para otros, ocurre lo contrario: si un libro es masivo se vuelve sospechoso de baja calidad. Es que lo comercial tiene mala fama. Y lo popular, muchas veces, también.

¿Hay fórmulas?

Una característica que puede achacarse a la literatura best seller es su gran cantidad de tópicos y estereotipos: tramas que no dejan respiro ni momentos para la reflexión -las acciones se suceden y quedan abiertas de modo tal que se desea pasar las páginas lo antes posible para resolver los enigmas-; personajes cliché pero rasgos distintivos que los hagan especiales, atractivos y algo exóticos; conspiraciones del poder político, científico o religioso, con una correcta ambientación y el contexto informativo necesario para seguir el argumento y sentir que uno mientras tanto "aprende"... entre otros ingredientes.

Hay un blog que lleva a la práctica esta idea con mucha comicidad: con solo poner nombre y ciudad, el sitio devuelve el argumento de una historia que bien podría aparecer en la contratapa de un más vendido.

Lo cierto es que gran parte de los best sellers son muy previsibles (aunque no por eso menos atrapantes) y en consecuencia muchas veces se sospecha que detrás de las rimbombantes figuras autorales están los escritores fantasmas, que escriben por encargo según lineamientos bastante trillados.

Matices

Sin embargo, no todo es tan blanco o negro. Dentro de los muy vendidos hay también cierta variedad y diferencia. Entre Wilbur Smith, Sidney Sheldon y Paulo Coelho, y García Márquez (que a partir de Cien años de soledad vendió cada nuevo título en grandes cantidades), Salinger o Francis Scott Fitzgerald hay alguna distancia. Principalmente, en lo referido a que el segundo grupo de autores introdujo alguna novedad en la forma de hacer literatura: sea por el espacio inventado, sea por dirigirse a un nuevo segmento del público, sea por usar el lenguaje de forma inédita. Que García Márquez, Puig, Vargas Llosa sean también best sellers (y también long sellers, como se conoce a los títulos de venta duradera y sostenida) demuestra que el gusto popular puede apreciar la calidad o la novedad.

Las preguntas

Entonces, los best sellers, ¿son necesariamente mala literatura o -para no ser tan radicales- literatura que no nutre el pensamiento o que nos adormece intelectualmente con un entretenimiento fácil?

Tal vez esto tenga que ver con otra pregunta más básica: qué creemos que debe ser la literatura. ¿Tiene por función entretenernos o hacernos pensar? ¿Para qué lee usted: para pasar un rato de ocio o para desarrollar nuevas ideas, para aumentar su capacidad de reflexión? ¿Qué espera usted de la literatura?

Decálogo del escritor, por Augusto Monterroso*

Primero.
Cuando tengas algo que decir, dilo; cuando no, también. Escribe siempre.

Segundo.
No escribas nunca para tus contemporáneos, ni mucho menos, como hacen tantos, para tus antepasados. Hazlo para la posteridad, en la cual sin duda serás famoso, pues es bien sabido que la posteridad siempre hace justicia.

Tercero.
En ninguna circunstancia olvides el célebre dictum: "En literatura no hay nada escrito".

Cuarto.
Lo que puedas decir con cien palabras dilo con cien palabras; lo que con una, con una. No emplees nunca el término medio; así, jamás escribas nada con cincuenta palabras.

Quinto.
Aunque no lo parezca, escribir es un arte; ser escritor es ser un artista, como el artista del trapecio, o el luchador por antonomasia, que es el que lucha con el lenguaje; para esta lucha ejercítate de día y de noche.

Sexto.
Aprovecha todas las desventajas, como el insomnio, la prisión, o la pobreza; el primero hizo a Baudelaire, la segunda a Pellico y la tercera a todos tus amigos escritores; evita pues, dormir como Homero, la vida tranquila de un Byron, o ganar tanto como Bloy.

Séptimo.
No persigas el éxito. El éxito acabó con Cervantes, tan buen novelista hasta el Quijote. Aunque el éxito es siempre inevitable, procúrate un buen fracaso de vez en cuando para que tus amigos se entristezcan.

Octavo.
Fórmate un público inteligente, que se consigue más entre los ricos y los poderosos. De esta manera no te faltarán ni la comprensión ni el estímulo, que emana de estas dos únicas fuentes.

Noveno.
Cree en ti, pero no tanto; duda de ti, pero no tanto. Cuando sientas duda, cree; cuando creas, duda. En esto estriba la única verdadera sabiduría que puede acompañar a un escritor.

Décimo.
Trata de decir las cosas de manera que el lector sienta siempre que en el fondo es tanto o más inteligente que tú. De vez en cuando procura que efectivamente lo sea; pero para lograr eso tendrás que ser más inteligente que él.

Undécimo.
No olvides los sentimientos de los lectores. Por lo general es lo mejor que tienen; no como tú, que careces de ellos, pues de otro modo no intentarías meterte en este oficio.

Duodécimo.
Otra vez el lector. Entre mejor escribas más lectores tendrás; mientras les des obras cada vez más refinadas, un número cada vez mayor apetecerá tus creaciones; si escribes cosas para el montón nunca serás popular y nadie tratará de tocarte el saco en la calle, ni te señalará con el dedo en el supermercado.

El autor da la opción al escritor, de descartar dos de estos enunciados, y quedarse con los restantes diez.


*Augusto Monterroso (guatemalteco, 1921-2003) vivió la mayor parte de su vida en México. En su obra -de prosa concisa, accesible, claramente inclinada a la parodia, la fábula, el absurdo, el humor negro y la paradoja- se destacan los títulos Obras completas (y otros cuentos) (1959), La oveja negra y demás fábulas (1969), Movimiento perpetuo (1972) y la novela Lo demás es silencio (1978).

Fue galardonado con el premio Villaurrutia en 1975 y en 1988, con la condecoración del Águila Azteca. En 1996, recibió el Premio Juan Rulfo de narrativa.